God of War y el duelo

Que God of War es ya un clásico y, probablemente, uno de los mejores juegos de la ya pasada generación es algo que todos sabemos. El sistema de combate, el plano secuencia, la narrativa y la inmensidad de su mundo sostienen esa opinión, pero si hay algo que tendría que destacar, como jugador y como psicólogo, es la extraordinaria delicadeza y humanidad con la que trata a sus dos personajes principales, Kratos y Atreus, padre e hijo. En concreto, God of War trata de la relación entre dos personas que, aún siendo familiares, son dos desconocidos, y de cómo ambos evolucionan como personas a través de un fenómeno al que todos nos debemos enfrentar en algún momento de nuestras vidas: El duelo. Advierto en este punto que este artículo implica grandes spoilers de la historia principal, por lo que si no has jugado y tienes interés en hacerlo… para de leer aquí y corre a por tu mando de inmediato.

El inicio del juego es pura tragedia. Todo empieza con un funeral. Comenzamos nuestra aventura de luto, quemando a quien ha sido la esposa de Kratos, Faye, en una ceremonia triste, silenciosa, solemne. La difunta ha encomendado a nuestros dos protagonistas un último deseo, y es que arrojen sus cenizas desde el pico más alto de este mundo.

Kratos y Atreus son poco más que dos extraños en este punto, pese a ser padre e hijo. Pero la aventura que tienen delante va a cambiar eso. Tienen un común una cosa: Ambos se encuentran en un proceso de duelo, que viven de forma bastante similar, con pequeñas diferencias, pero que acaban evolucionando prácticamente a la par. Y es aquí donde God of War pasa de ser un gran juego a ser una brillante obra maestra. Porque al final, entre hachazos, espadazos, gigantes, trolls, dioses, semidioses, Aesir y Vanir, el juego quiere hablar de eso. Del dolor de la pérdida. De encontrar el camino cuando pierdes a alguien a quien has querido. De cómo dos desconocidos terminan apoyándose entre los dos, sin saberlo siquiera, para poder avanzar por todas sus etapas y lograr una unión y una confianza que, sin este camino, difícilmente hubiese surgido.

A modo de recordatorio: La mayor parte de los autores en psicología hablan de cinco fases del duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación, existiendo una serie de transiciones y en ocasiones llegando a solaparse entre ellas. God of War nos coloca en la transición entre la primera y la segunda. Ambos personajes, desde un comienzo, se encuentran distanciados, ensimismados, con ciertos intentos de Atreus de acercarse a Kratos, ya que es la única figura de apoyo que tiene en esos momentos. Kratos, sin embargo, y reforzando la imagen de tipo duro que ha forjado a lo largo de la saga, se encuentra impasible, refugiado completamente en sus pensamientos y en su misión, y ejerciendo poco más que de maestro para Atreus en artes como la caza y el combate, no confiando demasiado en las cualidades y capacidades de su hijo. Es esta aparente impasibilidad a la muerte de su esposa y falta de confianza la que planta la semilla de la segunda fase en Atreus: La ira.

Recordemos en este punto que esta ira no tiene por qué proyectarse en forma de actos violentos o estallidos de enfado. En el caso de nuestros protagonistas, en Atreus se manifiesta desde un principio en ciertos reproches a su padre, o comentarios y ligeras indirectas sobre sus actos o su apatía. Si bien no son muy continuados, son los suficientes para que en determinado momento Kratos le espete algo que todos debemos tener claro cuando tratamos con personas en duelo: “No confundas mi silencio con falta de dolor”. Es aquí cuando ambos entran de lleno en ese estado airado: Atreus responsabilizando a su padre, y Kratos siendo más duro con su hijo. Cómo se comportan ambos en Alfheim es un buen ejemplo de esta ira.

La historia nos lleva por una serie de derroteros hasta el momento en el que, irónicamente, la ira de Atreus (la Ira Espartana heredada de su padre, no la ira del duelo, aunque el hecho de que ambos fenómenos coincidan en el tiempo no es sino una brillante genialidad) le hace enfermar y le deja al borde de la muerte. Es en este proceso en el que, sobre todo Kratos, evoluciona a una tercera fase de negociación: Sabe que el cuidado de su hijo es su responsabilidad, y se da cuenta de que Atreus ha sido durante el viaje un apoyo para sobrellevar el dolor de su pérdida, algo que también comienza a sentir Atreus hacia su padre tras salvarle la vida.

Como podemos ver, hasta este punto ambos personajes tuvieron maneras muy similares de vivir sus fases del duelo. Sin embargo, es en la cuarta fase donde encontramos las mayores diferencias. Y esta fase es la Depresión. Esta fase comienza cuando Kratos confiesa a Atreus su verdadera naturaleza como dios. Debemos recordar que ambos, en este punto, no han acabado su proceso de duelo: Ambos tienen heridas que no han terminado de cicatrizar y que aún duelen. Este dolor trata de compensarlo Atreus con una soberbia desmedida, llegando a hacer comentarios ofensivos a otros personajes amistosos durante la aventura, como Sindri, o incluso llegando a ningunear a su madre fallecida al decir que “no era una diosa”. Esta arrogancia, que el propio juego nos hace notar quitando de nuestro control en el combate a Atreus, tiene su culmen en el segundo encuentro de nuestros protagonistas con Baldur, en el que el propio Atreus ataca a Kratos, acabando con los tres personajes llegando a Helheim.

La evolución hacia la aceptación se da de una forma muy sutil de aquí en adelante. Kratos hace comprender a Atreus que tiene mucho que aprender de él, y Atreus comprende la importancia de que ambos permanezcan unidos y trabajen como uno solo, algo que llega a mencionar directamente cuando giran el Templo de Tyr. Cuando este trabajo en equipo les lleva a derrotar a Baldur, Atreus medita sobre las razones y las responsabilidades que tiene al ser un dios, así como el poder de sus elecciones. La Aceptación llega, finalmente, con la llegada de nuestros protagonistas a Jotunheim, desvelando la verdadera identidad de Atreus, el futuro que les depara, y echando ambos las cenizas de Faye desde el pico más alto del mundo: Logran poner fin a su misión, y dejan atrás todo lo que ha implicado el fallecimiento de la esposa del dios de la guerra, mirando a un nuevo futuro juntos… Un futuro que ya sabemos que traerá el Ragnarok.

Como podemos ver, God of War consigue, dentro de un videojuego de acción, combate y aventura, tratar algo tan íntimo y real en nuestra vida como el duelo, y tratarlo con una cercanía y una fidelidad que muy pocos esperarían de un videojuego de estas características. El viaje de Kratos y Atreus es, en definitiva, un viaje a la emoción humana, un viaje en el que el dolor por la pérdida consigue construir nuevos caminos que merece la pena que sean recorridos.

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